Colección: David

 

Después que realizamos la esquila, lavamos la lana, se deja en remojo y se la desmota, esto es sacar los nuditos de la lana, es un proceso bastante largo.

Se pasa al hilado y ahí tengo dos opciones o tiño el hilo primero o hago la manta para teñirla después, yo prefiero hacer la manta y después teñir en forma natural.

En la historia de américa, me contó mi abuelo, que cuando llegaron los colonizadores a nuestras tierras, los aborígenes estaban maravillados con los fuertes colores que traían en algunas telas, en esa época, esos colores con tintes naturales no se podían obtener hasta que nuestros ancestros empezaron a investigar como obtenerlos en los recursos naturales que teníamos, hierbas, insectos, hongos, verduras, frutas, etc y así nacieron colores latinoamericanos hermosos y nativos.

Hoy usamos la remolacha, cebolla, yerba, cáscara de nuez, cochinilla, carmín, etc y el color se “agarra” de acuerdo al tipo de “mordiente” utilizado, el mordiente es el fijador, los mordientes pueden ser: la sal, vinagre, chicha de maíz, etc.

Se lava con agua de cenizas, y allí se va dando los tonos de verdes más oscuros o mas claros, todo esto lo aprendieron nuestros padres de nuestros abuelos y ellos de los suyos y así hasta el principio.

Una vez hecho todo esto, se deja la manta reposar en agua caliente y allí tiende a arrugarse o pegarse el hilo y no se debe planchar, la única manera de estirarla es enrollándola en troncos y se deja por 7 días aproximadamente, hasta que vemos que la prenda está seca, se desenrolla y queda bien planchadita.

Todo este proceso desde la esquila, puede tardar 2 meses, nos demanda de mucho esfuerzo físico, es agotador pero la recompensa de todo esfuerzo es ver una manta abrigadita nuestra 

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